No había más que nervios y más y más cosas que hacer para terminar la fiesta que íbamos a celebrar la próxima semana en aquella nave alquilada. Nos faltaba comprar el botellón con el dinero que recogimos de todos hace un par de días, ir a por el equipo de música reparado a la tienda y terminar nuestros disfraces para esa noche de carnaval. Al final nos vamos a vestir de negro enteras con máscaras llenas de colores y detalles que dejan al descubierto solo la nariz, la boca y los ojos, claro está. Cada una la llevaría de un color distinto, de manera que quedásemos todas prácticamente iguales.
Con todo preparado empezaron a venir nuestros amigos en aquella noche lluviosa y fría. Para nuestra sorpresa, entraron en el local un grupo de chicos con exactamente la misma vestimenta que nosotras y no los conocíamos de absolutamente nada... y mucho menos podíamos averiguar de dónde habían salido si tenían las máscaras puestas. Todo parecía transcurrir con normalidad hasta que coincidí con el chico de la máscara rosa donde teníamos puesto los hielos. Que casualidad llevar la misma máscara, ¿eh?
Poco le faltó para abrir la boca y soltar la típica estupidez para ligar; sin embargo, me dijo "que estúpido fui en aquel entonces, lo siento". Le quité la máscara para saber quién me estaba tomando el pelo de esa manera, pero resultó ser el chico que me dejó plantada en los carnavales del año pasado por una ridícula "minnie mouse". Seguía sin entender que hacía en la fiesta, con esa máscara y diciéndome eso... hasta que por fin "arrancó". No paraba de autodenominarse culpable por haberme dejado tirada sin explicación después de esa relación que tuvimos.
¿Que cómo terminó todo? Me reí y estuvo intentando recuperarme un par de semanas más, pero el siempre cuenta una versión distinta. No sé, le preguntaré luego la historia exacta que suele contar cuando se despierte, espero que no tarde... ya le tengo el desayuno en la mesa.
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